El gran venado se alzaba, quieto como una estatua, mientras el alba teñía su pelaje de dorado. La Campeona depuso sus armas y avanzó un paso, hasta quedar a un brazo de distancia de la bestia. El venado, sagrado para Heliod y bañado por la luz del mismo dios, inclinó la cabeza ante la Campeona, designándola como la Elegida del dios del sol.
—La Theríada