La muchacha que se convertiría en la Campeona del sol golpeaba el muñeco de práctica con furia. Al fin se detuvo, jadeando, y alzó la vista para mirar a su instructor.
"Cuánta ira", dijo el centauro. "Te enseñaré el arte de la guerra, pequeña, pero antes debes hacer las paces contigo misma".
—La Theríada